Las Fragas do Xarío y su nueva senda de los molinos
Las características de los bosques gallegos y sus fragas.
Si hay algún color vinculado a Galicia, ese es el verde. Los bosques son uno de los grandes atractivos de nuestra tierra y uno de sus componentes de mayor valor natural y cultural.
Las fragas o bosques autóctonos gallegos abarcan varios tipos de bosques, todos pertenecientes a los denominados bosques atlánticos caducifolios europeos, encontrándose en Galicia algunos de los mejor valorados.
El bosque autóctono de Galicia por excelencia es atlántico, así que, dependiendo de la altitud y del sustrato, las especies predominantes suelen ser el roble (carballo), el castaño (castiñeira), el acebo (acibro), el laurel (loureiro), el espino o el alcornoque (sobreira).
Una de las características de la fraga, o bosque autóctono gallego, es que en su formación no ha intervenido la mano del hombre. Son extensiones aisladas y de difícil acceso, donde la frondosidad de la copa de los árboles impiden que la luz llegue al suelo. De esta manera consiguen mantener la temperatura y humedad de forma constante, permitiendo el asentamiento de especies vegetales y animales en una rica diversidad.
Los ríos tienen un gran protagonismo en la formación de las fragas, estableciendo una red de arroyos y regatos sombríos con húmedas riberas. Las brumas, nieblas y las abundantes lluvias hacen el resto, provocando el surgir de una variada colección de musgos, helechos y líquenes que constituyen uno de los grandes tesoros de este tipo de bosques.
La Fraga do Xarío.
Este espacio verde de 58.000 metros cuadrados forma parte de la riqueza paisajística del concello de Miño, siendo el espacio más grande de sus características de todo el municipio.
Serpenteada por el río Xarío que la denomina, está ubicada entre la urbanización Costa Miño y la playa Grande.
En su comienzo, un panel informativo nos muestra las diferentes rutas ovaladas con sus senderos de conexión que podemos escoger a la hora de pasear por el entorno.
Disponemos aquí de un frondoso bosque de ribera, con sus laureles característicos, abedules, fresnos, sauces o alisos, así como algunos árboles de mayor envergadura como robles, castaños o hayas. Las principales especies arbóreas están señalizadas y panelizadas para distinguirlas.
Los alisos y fresnos forman espacios sombreados y frescos, que son aprovechados por el acebo y otros arbustos. Sus numerosos recovecos húmedos y sombríos, resultan idóneos para anfibios como los tritones, las ranas o las salamandras.
Entre los vertebrados, siendo cuidadosos, observamos ardillas, zorros, algún asustadizo corzo y hasta las huidizas ginetas si conseguimos ser lo suficientemente sigilosos. No es extraño ver las irregularidades del terreno realizadas por los jabalíes.
La frondosidad resulta muy atractiva para la variada gama de pájaros que habitan aquí: variados herrerillos (cristado, azul y negro), curruca zarcera, mosquiteros…
Uno de los atributos más fascinantes de los pájaros es su canto. Un coro a cielo abierto de barítonos, tenores y bajos, que varían de intensidad según el ciclo reproductor: cortejo, emparejamiento, incubación y crianza.
Recomendamos una pausa en uno de los bancos donde agudizar la escucha para diferenciar los trinos de cada uno y dejarse evocar por el momento.
En el otoño nos sorprende la belleza mágica de las setas, como la tan valorada Boletus edulis, que asoma entre los senderos tapizados de hojas. La forma, el colorido, la belleza o las cualidades gastronómicas de algunas de ellas rivalizan con el peligro de envenenamiento, incluso mortal, que pueden provocar otras. Así es el fascinante mundo de la micología.
Uno de los colaboradores al aspecto mágico de este entorno es el Musgo del roble (Evernia prunastri). Crece en los troncos y las ramas del roble (quercus robus). Originario de Europa y de América del Norte, el liquen se recoge en Europa, particularmente en Macedonia y Bulgaria. Muy valorado en la elaboración de perfumes, por sus notas complejas, terrosas, y saladas, que evocan el olor del bosque.
Entre el patrimonio de la fraga se encuentran los restos de la antigua Casa Grande de Os de Ginés. Una propiedad que contaba con dos molinos en planta baja y una vivienda en la primera, además de otras edificaciones que daban servicio a una construcción datada en el siglo XVII, según se recoge en el Plan Xeral de Miño.
La Fraga do Xarío se ha conectado recientemente mediante una senda con el Camino Inglés de Santiago. Este sendero lineal transcurre a lo largo del cauce del Río Xarío, recorriendo en paralelo los terrenos del Campo de Golf, ampliando el disfrute de este entorno de gran valor ecológico.
Este nuevo tramo se puede comenzar por el lado Norte de la Fraga o, a la altura de la segunda rotonda de Costa Miño, si se accede desde el Camino de Santiago. A lo largo de la senda, podemos localizar la estructura pétrea cubierta de hiedra de cuatro antiguos molinos de agua, que enriquecen el patrimonio etnográfico del municipio.
Os recomendamos frecuentar este interesante y zizagueante recorrido de la fraga do Xarío y su senda de los molinos a lo largo del año. La fraga es un ente vivo y las sensaciones cromáticas, sonoras y olfativas que transmite esta pequeña área verde son muy diferentes durante las cuatro estaciones.